Archivo por meses: May 2016

Confiar en medio de la perfidia: ¿Por qué?

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-Que curiosidad la del ser humano, muchas veces hemos nublado la razón a causa de creer que somos dueños de ella.-

Lo que determina lo que somos son las cosas con las que entramos en contacto, el medio que nos sirve de cobijo y alimento, no solo del cuerpo, sobre todo del hálito vital que es nuestra consciencia.

La razón de la vida está en la esencia del hombre, en sus sentidos, su instinto, su capacidad de percepción y en cómo debe el humano enseñorearse de cada una de sus emociones.

La reyerta de emociones que aún después de tantos arrendatarios que han habitado este globo no hemos podido controlar para llegar a respetar las verdades básicas de la vida nos coartan.

Sumergida en esta incierta realidad, la raza humana ha recibido el encargo, la tarea, de regentar el planeta que alberga a millones de vidas en diversas especies. Se nos ha confiado una tarea tan entrañable que ha provocado desde los comienzos de la existencia la búsqueda de la verdad.

Conocer la verdad nos da confianza y seguridad, pero para qué perseguir una verdad que no nos va a servir de nada si ni siquiera somos capaces de sobrellevar sabiamente nuestras relaciones como entes de una misma especie.

La confianza nos daría la certidumbre y el ánimo de discernir que aún en diferentes latitudes y circunstancias seguimos siendo simplemente HOMBRES, seres animados con la capacidad racional de entender lenguas, aprender y crear constumbres y manifestar propósito.

Si el hombre ha perdido la confianza y la fe en su especie, por culpa de la perfidia que le rodea, debería por lo menos confiar en su propósito manifiesto: defender y cuidar la vida en la tierra.

Esta generación tiene la responsabilidad de resolver este acertijo, ¿cómo devolverle al hombre la confianza; y, cómo hacerlo consciente de su responsabilidad en medio del caos?

La perfidia, la madre del caos, se alimenta de la idea de imposición de un sentimiento sobre otro: anteponer lo que yo quiero hacer, a lo que debo hacer.

Hurguemos en la historia, divaguemos sobre el proceder humano. Visitemos cada una de las moradas del hombre; encontremos la confianza que no debe perderse nunca más.

Nuestros ancestros tenían claro el concepto de confianza: basaban todas sus interacciones sociales en la estimación que depositaban en el empeño de la palabra como un valor superior, incluso mayor que el oro que no podía ni debía violarse.

Los trueques por comestibles y permutas entre compadres que se comprometían a la cooperación mutua en el cuido de las granjas y el cultivo de las cosechas, era cosa común y aceptable.

La palabra representaba un aval fiable, incluso en el caso del maestro de escuela, cuyos alumnos con padres desposeídos, podían asistir al salón de clases amparados con el empeño de la palabra de sus progenitores de otorgar a cambio al pedagogo rubros u otras posesiones o servicios (ganado, porcino, gallinas…), una vez estuvieran en posesión de ellos.

La palabra era la ley que regía la sociedad y la confianza en la que se amparaba su valor. Los excesos se dieron, los abusos llegaron: y la confianza fue empeñada a un FMI (no, no ese que están pensando), a un Fraude Manejado Inteligentemente, sustentado por los primeros bancos y avalado por el descrepito de los valores del hombre.

Cuando la confianza se perdió, la política ideológica y social de la humanidad cambió; se barrió con todos aquellos protocolos que no beneficiaban a las minorías y que no eran un resguardo a las riquezas de unos pocos afortunados.

La falacia industrial, mediatica, que rige todos los sistemas alrededor de los que gira la existencia humana no parece inclinarse a favorecer el equilibrio y dar valor a lo colectivo partiendo de lo individual.

Ha debido pensarse en su lugar en un modelo más abierto y en un reforzamiento de la educación moral que mantuviera el valimiento del hombre por ser un inquilino con derecho de nacimiento en este nuestro nombrado hogar terráqueo.

Si le quitamos a un hombre su valor porque carece de condiciones favorables para desarrollarse y poder ser un ente productivo, ¿podremos confiar realmente en el curso de la vida en general?

¿Qué pasa también si los infantes no pueden encontrar un ambiente apropiado para su crecimiento y adaptación al mundo que les recibe, porque sus padres no tienen ni la menor idea de lo que es el respeto por la vida y sus leyes; o que carecen por completo de los recursos para ello?

¡Qué bueno sería que el hombre entendiera la cuota de responsabilidad que se recibe con la vida!

Somos responsables de lo que decimos, de lo que hacemos, de lo que damos; sin embargo, la gran mayoría de nosotros se preocupa de accionar sus recursos vitales sin respetar el espacio existencial de los demás seres o arrendatarios temporales del planeta.

El apego de las sociedades por un encarnecido fetichismo a la autocomplacencia y la poseción, basado en la creencia de que “mi parecer, mi sentimiento, mi, mi, mi…”; olvidando los valores, las reglas, y el espacio que es real y delimitado ya se hable de continentes, países, razas o individuos.

Nos complacemos dando rienda suelta a nuestros pareceres y preferencias, sin una soga que nos ate la cintura para poder mantener el control y así escalar sin sobresaltos hasta la cúspide que hayamos elegido.

El mayor motivo de fracaso en la vida social que se alimenta de esta época de transformación, lo constituye el hecho de que los hombres no se moderan y no aprenden a aceptar sus diferencias y particularidades con respeto.

El sentimiento de vacío y de “nada”, que nace de esta represión de no poder confiar en nada ni nadie, provoca un deseo de saciedad incontrolable que la mente y el cuerpo intentan llenar probando la “novedad” tanto en lo referente a los alimentos como en la vida en general.

Eckhart Tolle sabiamente expreso: Conflictos son creados en el mundo por esos seres humanos que no saben lo que hay dentro de sí”. Así, nos apañamos los complejos, enmascarados, disfrazados, todos buscando sentir sin ser nada.

Volvamos al compromiso y al valor de la palabra, a la comprensión de que toda acción genera una reacción y de que esto vale tanto en mí como en otros.

Con el tiempo encontramos nuevas formas de ver las cosas, por eso es nuestro deber ser cuidadosos en nuestro proceder, es posible que después valoremos lo que ahora destrozamos o querremos deshacernos de lo que atesoramos.

Encontrando el objetivo lleguemos a la solución: la salvaguarda de la humanidad es la Confianza en el Respeto. Crear una economía de labores que favorezcan a todos los círculos y que se respete en todas las latitudes.

 

Los complejos, ¿Cómo liberarnos?

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Dando tumbos como borrachos, chocándonos los unos a los otros, en un trance existencial, imponiendo cada quien su parecer y sus complejos.

Si te amas te posaras sobre tus pies porque sabrás que ese es el lugar más seguro. Entenderás que las piedras del camino las puedes apilar y así evitar tropezar con ellas, para luego tomarlas como la base de un refugio donde guarecerte.

Las personas que te rodean podrán sentir esa calidad interior, ese amor sincero y honesto que manifiestas por ti y por las cosas de tu entorno que te son agradables. Si te amas de verdad, aún en medio de la maleza florecerás.

Qué pasa entonces cuando ese amor está viciado, cuando se manifiestan antagonismos en tu ser; cuando se distorsiona la imagen de uno mismo, por carecer de la capacidad de apreciar quien uno es y cuales son los valores que le llevan a uno a descubrirse incluso en medio de una multitud.

Podríamos responsabilizar de los antagonismos del proceder humano, directa o indirectamente al sistema nervioso y la orientación genética de cada quien.

El ser humano es un manojo de nervios, el sistema nervioso es el más grande de todos los que conforman el cuerpo, también el más complejo porque está interconectado con todas las funciones del organismo.

Este sistema va evolucionando a medida que el hombre cumple diversas etapas de las cuales se compone la vida, de cuyo desarrollo adecuado depende la materialización de un individuo sano.

Un ser humano SANO es aquel que es capaz de controlar sus reacciones y responder de forma acertada a los estímulos que se van presentando en la interacción con su medio o entorno existencial.

Es una realidad que el humano es un ente social y por ende tiene que aprender desde la infancia modelos de convivencia y respeto por las demás formas de vida con las que coexiste.

Es lamentable, que la integración del hombre en la sociedad, muchas veces sea viciada porque los padres lanzan a la calle hijos etiquetados: “tu abuelo fue el ministro de… Y tú eres más importante que tus amigos”; “Yo conocí al hombre más prominente de mi época; estuvo a cenar en casa…”; “tu padrino fue un gran artista, todo el mundo lo conocía…”.

Luego está el otro extremo, padres con complejo de víctima: “tu papá/mamá ha sufrido tanto…”; “yo me crie en la calle y tuve que pasar muchas, a tu edad ya yo estaba haciendo trabajos pesados…”; “ojalá y en mi casa me hubieran tratado a mí como te trato yo, éramos tan pobres que si llegaba visitas a la hora de la comida nos quitaban la carne para dárselas a ellos”.

En ambos casos, notamos padres que nunca superaron su trauma y vuelcan en otros su frustración o sus ganas de ser el centro de atención, aún en su propia familia. Pasa por herencia, porque un padre acomplejado educa un hijo acomplejado y lo recubre de temores, prejuicios y desprecio .

Recordemos que amor es contribuir con la mejoría de aquello que sentimos preciado para poder existir en armonía.

La armonía se pierde cuando sin darnos cuenta nos volvemos esclavos de nuestras preferencias y pareceres. Una esclavitud heredada de padres para los que fue más importante satisfacer su ego, vicios o vanidades, que inducir a sus hijos para que manifestasen un adecuado manejo de sus emociones.

¿Sería el mundo igual si todas las madres y padres cumplieran su compromiso de ayudar a sus hijos a superar sus complejos? Es precisamente el progenitor el que debe ayudar en el proceso de aceptación, adaptación e integración del humano en su vida en la tierra.

Si fracasa la figura paterna en este objetivo, quedamos con individuos inestables; y aunque no se les puede culpar por sentirse como se sienten, siendo sus circunstancias y motivos diferentes a las de sus ancestros, expandirán su mal entendida idea de sí mismo hasta sus nuevas relaciones personales (amigos, cónyugues, hijos…).

¿Saben algo realmente lamentable? Ver a un cojo decirle a otro: ¡Oye no caminas bien!… Y así, generaciones tras generación nos heredamos los complejos.

Si bien muchos tienen agallas para deducir sus deficiencias de carácter, hasta el momento la mayoría pierde toda la fuerza cuando se trata de aguantarse las ganas y el ego para controlar sus reacciones que pasan directamente al entorno que conforma la gran aldea global que habitamos.

Cuando entendamos que los esclavos siempre dependen, pero que los libertos lo son porque tienen la autoridad de asumir su responsabilidad, todas las denuncias que dan como responsable del caos que está entre nosotros a las circunstancias, pasaran a tener de protagonista el carácter individual del hombre.

Una vez el hombre asuma con respeto su libertad para no perderla, se enfrentará a sus complejos. Se evitaran entonces mal entendidos a diestro y siniestro que hasta hoy día han sido causa incluso de conflictos velicos.

Muchas veces me llega la idea de que la verdad del problema en los complejos humanos es que en el fondo hemos sido incapaces de aceptarnos y buscamos negar este hecho obligando a otros a que nos acepten amparándonos en los complejos.

Mantengan este pensamiento, no hace falta tener un expediente policial para ser un criminal. Los más fieros de entre los delictivos tal vez nunca sea juzgado en un tribunal pero las repercusiones de sus actos quedan marcadas en esa esposa(o) maltratada(o), los hijos y hermanas/hermanos ultrajados; padres dejados en la miseria por los hijos, hijos dejados en la miseria por los padres…

Tu palabra contra la mía”; “tu complejo contra el mío”: ¿seguiremos poniendo la basura debajo de la alfombra, ya sea por vergüenza o temor, seguiremos sin carecer de los recursos para evolucionar sin complejos?

Hay que sonar una alerta roja a los complejos, porque cada vez son más los individuos que en pos de sentirse marginados por la sociedad, buscará vengar su inconformidad y tendremos niños resentidos, adolescentes rebeldes y si no hay suerte adultos criminales o asesinos.

 

¡Alto a la Envidia! Por que es Nociva.

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-Somos como una onda de agua que se expande, si nos sumergimos en nuestro lago personal, veremos que la envidia es solo un reflejo de lo culpables que nos sentimos de no seguir expandiendo nuestra propia onda.-

Nuestras vidas dependen del equilibrio que seamos capaces de crear entre los deseos y la realidad que materializamos. En todos nuestros afanes los humanos tratamos de imponer gustos y preferencias, sin embargo, hay veces que lo que a uno le gusta se puede volver un gran disgusto.

Podríamos calificar como un tipo de enfermedad, la que nubla la mente de los hombres hipnotizándoles la consciencia, de modo que piensen que son lo que es su deseo sentir y no lo que real y verdaderamente manifiestan: Todo es parte de una percepción errónea, que tal vez sin querer nos enseñan con el nacimiento.

Una de estas erróneas percepciones es la envidia, la aliada perfecta del egoísmo, porque casi siempre este la disfraza. Sentimos rabia porque hemos descuidado nuestro terreno personal, nuestro verdadero llamado interior. Vemos en los otros, en esos que reflejan nuestra idea de lo que deberíamos ser, que era posible lograr lo que anhelabamos, pero que carecimos del valor  que tuvieron ellos para proteger la cosecha y abandonamos nuestra labor sin resultados.

Las comparaciones, también aliadas de la envidia,  nacen de este trance impuesto por el deseo de control de los seres que para manipularte te hacen notar que eres más alto o más bajo que tu vecino y que el de al lado tiene un coeficiente mayor que tus aspiraciones; son las excusas con las que de continuo nos desanimamos, porque mientras en más personas nos veamos reflejados, nuestras dilaciones e indecisiones, quedaran encubiertas en un “todo el mundo lo está haciendo.»

En vez de equipararnos como simples Homo Sapiens, parte de las especies de animales que poblan la tierra, esta búsqueda de correspondencias o disimilitudes, generan sentimientos desoladores e impotentes en los individuos que son objeto de agresivas comparaciones algunas de las cuales surpasan la media aceptable que todos podemos tolerar.

Se refugia el hombre entonces en una dejadez y queja emocional: ¿Por qué yo tengo que lidiar con el dolor de salir adelante, cuando otros sólo tienen que salir adelante con sus vidas?

Aquí vale identificar señales fehacientes y notorias de envidia:

  • Tristeza o pesar del bien ajeno.

  • Emulación, deseo de algo que no se posee.

  • Tu mediocridad te ha vuelto insaciable, te vas al extremo; nada te satisface, nada te sacia.

  • Te duele ver como otros con tal vez unos pocos recursos logran más de lo que has podido hacer tú.

  • Deseas forzar a otros a compartir tu amargura y desolación.

  • Has perdido contacto con tu ser interno y esta desconformidad te lleva a compararte continueamnete con los demás o con el “tú” del pasado (para responsabilizarlo por tu insatisfacción o para engrandecerlo frente a lo que eres ahora).

  • Tienes buena intensión pero abandonas fácilmente por compararte con los demás.

 
Mejor entender y reconocer la envidia entonces como un llamado; como un alerta que diga podemos hacerlo, si otros lo han hecho posible; apreciar que se han abierto puertas de posibilidades para mí también con logros ajenos y alegrarnos en vez de resentirlo.

El asunto real es que estamos cómodos con quienes somos ahora y no deseamos esforzarnos por perseguir esas inclinaciones, tomaría mucho esfuerzo o ya no nos interesa. Es solo que la idea de controlar a otros nos hace sentir “poderosos”; cuando el verdadero poder lo asumimos cuando nos controlamos a nosotros mismos.

Si nos convirtiéramos en seres con la sabiduría suficiente de entender que lo importante no es “SER”, es hacer lo que nos corresponde para mantener la esperanza de que puedo hacer algo para ayudar a que lleguen a la tierra mejores seres, desnudos de tanto egoísmo: que si hemos ganado una batalla, que si gané una batalla fue por dar una lucha honesta y no por robar a otro su dignidad o su energía vital.

Si te elevas ante tu criterio, haciendo trampa, menospreciando el esfuerzo ajeno (para sentirte especial entre los simples mortales), como el humo se esfumará tu halito vital. Cada araña teje su telaraña y el sentimiento de inferioridad que habrás creado manipulará tu voluntad y te transformarás en el títere que piensas son los demás.

Acepta tu humana realidad, reconoce la capacidad de disfrutar de las cosas simples; para eso habitamos un cuerpo para ser humanos. Si deseas ser un “DIOS”, tendrías que asesinar esta naturaleza. Pretendiendo violar las leyes naturales de la convivencia humana amparándote en la mentira, corres el riesgo de perecer en manos de la verdad.

Una forma de autodestrucción es cuando decidimos no darnos cuenta de nuestros fallos. Ignorando nuestros errores, entramos en un estado de putrefacción, y el hedor se sentirá aún por debajo del disfraz que portas.

El hombre utiliza la sabiduría para bien o mal y allí los demonios, allí los santos. Todo lo vivo por ley muere, podemos hacer nacer una nueva realidad con tan solo proponérnoslo.

El antídoto contra la envidia es entender la libertad: La libertad para reconocer que ser libre implica respetar también los límites que aseguran y protegen la paz y la vida.

Suena la alerta roja, para poner un alto a la envidia, generando la liberación total del espíritu de todos y cada uno de sus captores; una liberación que solo se logra por medio del respeto y la verdad.

¿Bajo la sombra de los errores ajenos? ¿Por qué?

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-Dejemos de buscar excusas en ojos ajenos para sonreír. Amate porque sin ti eres nada.-

Todos sabemos sin distinción de clase social ni rango a donde ir para liberar los desechos físicos del cuerpo pero cuando se trata de los emocionales, de esos sentimientos que dentro de nosotros producimos sin consideración ni conciencia de sus repercusiones, “DEFECAMOS” donde nos da la gana y sobre quien nos da la gana.

La mediocridad a la que estamos aferrados nos hace olvidar decidir qué hacer con lo que tenemos: una cantidad enorme de incógnitas y dilemas que han creado nexos históricos y generacionales llevando a cuestas la misma problemática insoluta generación tras generación.

Esos desechos, esa suciedad, cosas como el egoísmo, la negligencia, la soberbia; el mal entendimiento de los valores reales que, se traducen en una mortandad innecesaria de millones de seres, por el simple descontrol de una minoría: los que no se responsabilizan de estar vivos y portar un cuerpo.

La solución estaría en responsabilizarnos; dejar de arrojar nuestros errores sobre los demás: Así como aprendimos a poner la basura, en un zafacón, también debemos aprender a obtener zafacones propios para dejar de invadir el cesto de basura de nuestro vecino que necesita ese espacio para su propia transformación, para su propia liberación.

Se notan ahora dos grupos diferenciados, los que proyectan la sombra (los que necesitan obtener su propio zafacón) y en los que se proyecta esta sombra (los que deben proteger su espacio vital, incluyendo su cesto de desperdicio). ¿Por qué permiten que otros arrojen desperdicios sobre sí mismos?

Vale poco lo que el humano dice, y no es porque no sea cierto, si no lo fundamenta con sus actos. Cuando no mantenemos una coherencia emocional, decimos una cosa y hacemos otra, nos arriesgamos a ser vulnerables ante las influencias del entorno que nos rodea.

Careciendo de un criterio propio, una decisión clara o conocimiento sobre que nos hace bien y qué nos hace sentir incómodos, Salimos a la calle y a ratos sentimos como si la muerte estuviera a nuestras espaldas, sí, porque el dolor es la muerte de la paz…

Cuando está presente ese sentimiento lacerante muchas veces se turba la razón y se destruye la belleza; es cuando, el dolor de uno le ayuda a otro a sustraer lo que se tiene para generar más dolor.

Si usted fue abusado sexualmente en la niñez, golpeado por los padres, menospreciado por sus parientes, es lamentable, pero es su bagaje mental, es su responsabilidad cómo usted lidia con esas emociones.

Por muy doloroso que nos resulte el efecto de los hechos que se vuelven parte del paso de vida de los individuos solo puede servir de referencia para evitar desastres futuros. Nunca para que utilices esto como excusa para arruinar la vida de los que conoces.

Hoy día sabemos de personas, incluso con posiciones sociales bien establecidas, fama y demás que salen a la calle a disparar su frustración sobre cualesquiera otros individuos que se les enfrenten o los contradigan.

Las vidas, propiedades, ilusiones y todo lo que se desperdicia mientras en la tierra aprendemos a lidiar con lo que somos no se recupera; se puede sin embargo bien utilizar mientras estás presente con un buen manejo de tus emociones.

¿Qué de malo hay en ampararnos en la clemencia, la compasión y la purificación? La mayoría olvida que al estar conectados por la energía que sustenta la vida a través de la mente, lo que hacemos a otros es un bumerán que al dañar, solo conseguirán los inconscientes auto destruir su propio imperio.

Podemos expresar el amor de muchos modos, mas el instinto que lo guía es invariable. Palabras como dar, cuidar, valorar, defender, respetar lo definen de un modo axial; nos esmeramos para proteger lo que amamos.

¿Será entonces que no hemos aprendido a amarnos verdaderamente como seres existenciales? ¿Por eso, la falta de amor, que anteponemos nuestra complacencia, a nuestra necesidad de subsistencia como especie? ¿Será posible que aprendamos a complacernos individualmente sin dañar o dañarnos?

La imposición es el primer error que cometemos: no se pueden forzar las preferencias de un grupo en contra de la realidad de millones. Todos nacemos con una piel que nos cubre eso es mayoría, hechos accidentados, aislados o preferencias hacen que algunos pretendan imponer su posición por sobre lo correcto, la verdad.

Una empresa que da empleo a 100,000 personas, lanza un producto al mercado que tienen un ingrediente que es nocivo para la salud, lo que acarrearía si se consume regularmente en 5 años que los consumidores del mismo ingrediente “X” desarrollasen cáncer, es un hecho probado, se han establecido ya estudios que lo avalan.

La forma correcta de proceder: A los ejecutivos de la fábrica se les debe conceder un período de gracia para que saquen ese ingrediente nocivo de la fórmula de sus productos, ante el incumplimiento de esta medida la fabrica debería ser cerrada o el producto retirado del mercado porque son muchos los millones de personas que lo consumen.

¿Qué hacen los gobiernos e instituciones legislativas, las personas involucradas? “La fábrica genera cien mil empleos y sus directores apoyan causas de bien común que benefician a la comunidad”. Estas empresas, lamentablemente siguen funcionando bajo las narices de todos, sin distinguir la nube negra que les arropa.

Y yo digo: Me lamento por esos millones de seres que están pagando por su muerte y alimentando los bolsillos de unos egoístas, bajo la sombra de los errores ajenos.

Lo que indica si algo es correcto o no, es la forma de hacer lo que hacemos: No es lo que se hace sino cómo se hace. En este caso, en el que tenemos que sacrificar algo, debemos evitar sacrificar la mayoría que es la realidad (los consumidores), por la minoría que es la preferencia (la Fábrica), sobre todo cuando es la cusante directa del hecho nocivo.

El dislate de las prácticas gubernamentales, la avaricia de los grandes emporios económicos, el monopolio de las entidades bancarias… Todo esto surge de una sola cosa, la «mierda» que todavía no acabamos de comprender que es desechable y no para portar sobre los hombros.

¿Cómo sería que los egoístas nunca más pudieran gobernarnos con su discurso de «yo soy más porque soy yo», acaparando y negando la verdad? ¿Cómo seria que la verdad gobernara (lo correcto), y el discurso fuera “somos todos humanos”?

Yo creo que los seres humanos somos cambiantes por naturaleza. Mutamos como los árboles se visten con nuevas hojas a menudo. Lo que no debemos olvidar es que, hay una esencia que nunca muta, estática como la realidad polvorienta del hombre: Somos uno y no sabemos cómo convivir siendo disímil.

Somos uno porque la energía no puede dividirse y somos diferentes porque son muchas las formas de manifestación de esa energía.

Me parece que cada época tiene su encanto, pero le falta a esta época algo, ‘Los Valores’. Necesitamos guía, eso es indiscutible; no se puede andar por ahí sin un poco de disciplina. Este tiempo nos da algo muy valioso: La idea de poder materializar la Libertad, poder decidir que apoyamos con nuestras acciones o a qué compromisos nos atamos.

Suena la alerta roja, para que comiences a ver y reconocer el error, y así podamos dejar de cobijarnos bajo la sombra de los errores ajenos.

El Dolor Tiene Palabras. Abracemos nuestros sentidos.

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-Sin velos de misterios, el dolor desaparece-.

El Homosapien, «humano sabio», en su transcurrir existencial se ha olvidado de la sabiduria ha creado barreras económicas, ha mancillado la verdad devorando y aniquilando según su fruición. Olvidando su condició de sabio manduca la esperanza solo, a ratos, cuando necesita amansar las entrañas del laberinto de las emociones, mas luego solo escupe esclavitud.

Como consecuencia, el hombre, debe sellar un pacto entre lo oscuro y lo claro, llevando la luz a lo escondido donde entonces se hace visible un llanto que arropa con resignación el dolor.

El dolor tiene palabras mayúsculas, te hace sentir que todo es vano, que las horas no son necesarias; que el único fin deseado es dejar de sentir, sin importar consecuencias.

Tiene, el dolor, la cualidad de acercarte a la eternidad ficticia de la vida. Nos creemos prisioneros del dolor – ¿Por qué no podemos creernos prisioneros de la alegría tan fácilmente como somos atados a la agonía? -.

Deberíamos esforzarnos en invertir este postulado ya que vivimos en una ilusoria realidad sería fácil conseguir que las cosas sean invertidas y que lo inalcanzable sea el dolor, y lo eterno la felicidad.

Real o ficticio el dolor sólo consigue mermar las ganas, sólo los valientes entienden. Entienden que La VERDAD rompe todas las máscaras y desata todos los secretos.

¿Cuál será el camino para los menos privilegiados; los cobardes que se refugian en el dolor intentando evitarlo? ¿Deberemos aceptar el dolor con el mismo júbilo de la alegría para que el espejismo amilane los sentidos y se recree la sensación de las horas placenteras que parecen volar de nuestro lado cuando más deseamos que nos pertenezcan?

Zozobramos en un abismo de intranquilidad y a la vez, cuando ha pasado mucho tiempo, nuestro espíritu de conservación lo transforma en un instrumento protector de los miedos acuñados, capaz de sumirnos en un letargo de auto castigo. Sin embargo es más fácil culpar a otros de nuestro sufrimiento, porque si vemos la verdad toda nuestra mentira se derrumba.

Hay una tendencia, a no sentirnos merecedores de las cosas “buenas”, “si yo no soy como aquel es que no merezco nada”. ¿Cuál será el ingrediente que nos falta? No es malo sentir alegría, no es malo sentir tristeza, lo malo es no tener control ni de la alegría, ni de la tristeza.

El ingrediente que nos falta es el equilibrio. Falta control sobre nuestros sentidos, para dejar de merodear por caminos forrados de esperanza, descubriendo que sólo hay palabras en nuestro sembradío, y que el significado y el poder de ellas dependen de nuestra interpretación personal.

Se puede hacer tanto con una palabra, morimos y vivimos por ellas. Si afirmamos que el dolor es nuestro continente dejaremos de vivir por sólo lamentar lo que nos aqueja habitando en las cumbres del llanto.

La heredad del sufrimiento, es la de tener que existir como mendigos, cuando podríamos señorearnos de todo lo que somos con una palabra: Conciencia (Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo).

En una vida forrada de barro, Un Hombre sabio evita cegarse por los inconvenientes. Aparta el espejismo y se da cuenta que somos lo que hacemos con lo que sentimos.

El hombre ha aprendido a morir por no querer zarpar de su estado de avaricia y desconocimiento. Todo lo que el hombre hace persigue un fin único: ser aceptado. ¿Por los demás? NO, por él mismo.

Nos escondemos dejando a otros la responsabilidad de nuestros actos y vivimos en confusión.

Ante la errada idea de que hacer lo correcto, dejarnos ver como vulnerables inmortales “es sufrir”, el hombre olvida que sufre porque no hace lo correcto, dejarse ver, aceptando sus limitaciones para que de ellas se engendren sus fortalezas: jugamos a ser indestructibles, destruyendo nuestra verdad.

El dolor es la palabra que disfraza la inconformidad que nos circunda. Es la palabra detrás de la que encubrimos nuestro atormentado ego; éramos todo antes del nacimiento y al llegar aquí, viciamos la conciencia temiendo ser heridos.

Nos acomodamos a credos ajenos y convertidos en zombie, aprendemos a herirnos para sentir que aún estamos vivos. Incapaces de aceptar la imperfección como parte de nuestro crecimiento, nos guarecemos bajo la sombra del miedo a ser autárquicos.

Ser el árbol, y a la vez el buen fruto del árbol que alimenta la vida: que nace, madura y se convierte en abono para otros que nacerán de su semilla.

Generación tras generación es guiada por el descontento que nadie se atreve a desvelar; quizás valga la pena atrevernos; es más, nos atrevemos a dejar de sentir egoísmo, para empezar a ser Humanos Conscientes, porque la imperfección, el caos sobre el que hemos forjado nuestros credos, silenciosamente nos espanta.

Viviendo un día más aunque el tiempo nos espante tendremos oportunidad de sobrepasar nuestra ignorancia y evolucionar a una condición más condescendiente donde concedamos al dolor palabras minúsculas.

 

El único órgano rebelde: La mente. Comienza a educarla.

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-Es un asunto de Elección: Vencer La Tentación de la mente.-

¿Cuál es mi propósito, no mi deseo, mi propósito? Todos creemos saberlo, y pensamos que dedicamos gran parte de nuestro tiempo y esfuerzo a ello, pero lo importante como en todo no es lo que se hace para lograr algo sino lo que se deja de hacer para conseguir un objetivo.

Decidir que cosas le pueden ayudar a uno a tener los resultados deseados (estudios, objetos, personas…), es básico, pero el eje del éxito lo rige que uno cree que puede ser o necesita; lo que uno ejecuta o hace con lo que tiene.

Dices a todo pulmón: “quiero estar sano”, y realmente crees que eso depende del doctor, de la dieta o de la gimnasia. Estar sanos consiste en no estar contaminados por ningún mal: Tener control de nuestros pensamientos, sobre todo de los obsesivos, de esos que constantemente estamos reproduciendo.

Ser sabios representa que nuestra mente integra un sistema adecuado de negación, porque nada nos aleja más del éxito (de la conquista de nuestro ser) que darnos todo lo que deseamos, todo lo que queremos.

La verdadera vacuna que te protege de la enfermedad (infelicidad), es la conciencia y el control real sobre lo que eres y haces. Y esto solo se logra teniendo un sistema de valores definido que nos proteja de las tentaciones que creamos o las que nos proporciona el ambiente del que dependemos.

El respeto será tu principal herramienta de trabajo cuando se trate de formar tus valores. Imagina un edificio, primero se idean los planos que luego sirven de estructura a toda la edificación; tenemos todo un grupo de personas (arquitectos, técnicos, obreros…), todos respetando (obedeciendo), un orden secuencial, hasta conseguir la consecución de la obra terminada.

Si ya poseemos un sistema de valores estructurado, corresponde abocarnos en sanear sus fundamentos para que se active automáticamente ante estímulos contrarios a estos valores.

La mayoría de las personas tenemos como prioridad no el objetivo sino la auto complacencia, decimos, “YO APOYO LA PAZ”, y al minuto siguiente estamos ejecutando acciones contrarias a lo que creemos que apoyamos, peleando con alguien que provocó nuestra incomodidad.

Es común escuchar a la gran mayoría de nosotros criticando a los terroristas que matan a personas, pero somos muy condescendientes cuando atentamos contra nuestra propia vida por culpa de vicios que nos sentimos incapaces de controlar.

¿Qué nos diferencia realmente de ellos, de los que señalamos como asesinos?. ¿Hay alguna diferencia entre hacer daño a un individuo, incluyéndonos a nosotros mismos, o hacer daño a millones de otros? Gota a gota, arena por arena… Lo que sembramos lo cosechamos todos.

Ya son incontables la cantidad de cosas, que descubro durante mi diario vivir, que he tenido que dejar fuera, de hacer o de ingerir. Porque es ella, la tentación por aquello que entendemos erróneamente nos complace, nuestra principal barrera para alcanzar la satisfacción real que tanto anhelamos.

Hay una frase escrita en habla inglesa que me parece muy verdadera: “reality doesn’t change for you, you’ve got to change to reality”, es como decir que la realidad ya está y que el cambio depende de nosotros; tienes que adaptarte, transformar o mutar tus hábitos.

Cuando llegamos a este punto de entendimiento, el mayor conflicto con el que nos enfrentamos es la rebeldía de nuestra mente, en la mayoría de los casos esta se resiste al cambio y trata de imponer patrones ya conocidos. Sirve en este punto tener en cuenta que uno de los métodos certeros para doblegar la rebeldía es encauzarla haciendo que nuevos sentimientos y estímulos rijan tu vida.

Modificar las propias opiniones nos lleva a asumir una postura diferente con respecto de nuestros gustos y preferencias. Adicciones menores se pueden curar con el simple hecho de sugestionar nuestra mente.

Cada vez que estés frente a los objetos que crees que no puedes resistir di: «Oh, dulces; yo detesto el dulce. Prefiero una fruta, es dulce y saludable; me hace sentir bien comer frutas». Poco importa que al comer la fruta tengas ganas de lanzarla a la basura. Tu mente acabará anexando el deseo de dulce con comer una fruta y este será el deseo que naturalmente evocará sin que tengas que sugerirlo.

La vida es un asunto de conveniencias no de preferencias. Sin embargo, a la mayoría de nosotros nos conviene olvidar este hecho para así hacer lo que se nos da la gana. Es bueno recordar para que podamos hacer lo correcto, no dramatizar las ideas, convirtiéndolas en nuestro principal objeto del deseo, porque la mente funciona con hábitos, no medita de forma objetiva, simplemente ejecuta. 

Por lo que puedes decirte hoy, «¡mañana me levantaré y haré todo diferente!»;  pero tu mente que no ha mutado a un nuevo hábito, mañana se levanta y lo hace todo igual al resto de los días pasados.

Mucho de nuestro preconcebido bagaje mental lo hemos tomado de hechos imaginarios y no reales; sugestiones que recibimos a través de nuestro desarrollo de todos los estímulos (medios de comunicación, libros, formadores, pareceres familiares o de allegados…), mas ¿qué tanto de verdadero resulta todo esto que asumimos sin depurar como parte de nosotros?…

El mejor ejemplo que podemos citar es el fundamento general de la supuesta “Hombría”, “el machito valiente” que en su adolescencia fue llevado a un prostíbulo por su progenitor o allegados, para despertar la bestia que todo supuesto hombre debe mostrar.

Se necesita más valor para resistir una tentación que para sucumbir ante ella, por esto esos pobres adolescentes verán truncados por complejos no solo su vida sexual, probablemente su vida familiar; siempre estarán tratando de probar que son más de lo que pueden ser y la insatisfacción les llevará a comportamientos violentos, psicóticos o terriblemente autoritario.

John Dryden, el poeta inglés (1632-1700), expresó acertadamente la incidencia de los hábitos en el carácter cuando aseveró: “Primero creamos nuestros hábitos, luego son ellos los que nos crean a nosotros”. La mente repite de vicio costumbres aprendidas, tal vez de nuestros padres; se siente inclinada a reaccionar ante estímulos conocidos y manifiesta resistencia ante nuevos retos.

Enciende la alerta azul a una mente rebelde que puedes educar. ¡A conquistar sus mentes, para que produzcan buenos pensamientos, y así manifestar hermosas realidades!